martes, 12 de noviembre de 2013

Brilla tu luz para mí


“Si uno se acerca al mundo del tango porque quiere ponerse zapatos altos, se pierde la mejor parte, que es la del sentimiento”

Bailarina, artista plástica, DJ de tango y escritora. Nacida el 23 de mayo de 1961, Silvia Ceriani fue también la última novia del inigualable cantante de Sumo, Luca Prodan. Ahora, alejada del rock, es una de las principales figuras del underground de la milonga porteña.

Son las cuatro de la tarde. Rubia y con el pelo corto, espera apoyada en la puerta del bar La Orquídea, en pleno barrio de Almagro. Un par de anteojos Ray Ban cubren sus ojos, parecidos a aquellos que utilizaba usualmente el líder de la mítica banda Sumo. Su sonrisa, franca y despreocupada, la acompaña en todo momento, y mira distraídamente a cada una de las personas que pasan a su lado. A pesar de sus lentes, sus ojos se pueden adivinar: celestes y sinceros, tal como ella se mostrará en todo momento.

-¿Por qué decidiste acercarte al tango?
Más que acercarme, el tango mismo me atrapó. En realidad, tomaba clases en el taller de Bartiz y, para mí, era un juego más que nada social. Un día, una amiga mía me lo presentó a “Tete” –Pedro Alberto Rusconi, milonguero famoso- , fui a su taller y de ahí en más no pude despegarme.




-¿Cómo influyó la figura de “Tete” Rusconi en tu acercamiento a la milonga?

Muchísimo. Ya desde el primer momento, bailar con Tete fue una sensación increíble. Tal vez, si hubiese tenido que hacer el proceso con alguien que también estaba aprendiendo, no creo que me hubiera enganchado tanto. Yo estaba re enamorada de “Tete” y del tango. Al principio, pensé que era algo pasajero. Nunca imaginé que me iba a dedicar al tango para siempre, pero después me fui a vivir con Tete, empezamos un romance increíble y también era una forma de poder estar más con él. Me fui formando a su lado y creo que eso contribuyó mucho a que me quedara en el tango.

-¿Qué creés que el tango le aportó a tu vida?
Le dio sentimiento a mi vida. Siempre fui una persona muy mental. El tango es pura sensorialidad, ya desde la música, que es algo vibratorio, que toca otros planos y no sólo el intelectual. También en el abrazo a la hora de bailar el tango, los roles y el hecho de ser llevado. Bailar un tango es sentimiento inmediato, es una cuestión muy sensible y que está a flor de piel.

-¿Cómo conociste a Luca Prodan?
A Luca lo conocí por medio de una amiga mía que trabajaba en el Café Einstein, en Córdoba y Pueyrredón. Una tarde, fui a llevarle un libro a mi amiga y ahí estaba Luca, sentado con un porta estudio, jugando con el sonido de un tema de Laurie Anderson. Al poco tiempo, Sumo empezó a tener muchos shows en capital y usaban mi casa como sala de ensayo. Ahí nos hicimos amigos.

-¿Cuándo es que empezaron a salir?
Bastante después, habrán sido nueve meses o un año desde que lo conocí. Pasó el tiempo, y yo alquilé una habitación en la casa de Alsina, San Telmo, cuando todavía no tenía ni luz, ni gas. Luca estaba medio en banda porque se había separado de Mónica, su ex novia, y como sobraba una habitación en la casa, un amigo, “Pichi”, le ofreció que fuera a vivir allí. Una vez fuimos al cine y hacía frío y bueno, Luca quiso quedarse a dormir en mi cuarto y ahí empezamos a salir. Todo por el cine y el invierno.  Yo creo que estábamos predestinados a estar juntos de alguna manera.

-¿Cómo era Luca en la intimidad?
Era una persona sumamente cariñosa, muy afectuosa, sincera y emotiva. Era un artista en un sentido integral. Una persona que tiene algo para comunicar y decir en el mejor modo que puede hacerlo. Siempre tenía algo para proponer y su ideología sigue hoy rodando. Fue brillante en todo sentido, porque era alguien que agarraba una guitarra y te conmovía. También era muy gracioso, inteligente y sabía cómo acercarse a las personas. Siempre quería cambiar las cosas. Algo que lo indignaba era ver que el rock había nacido como una consigna revolucionaria, y luego había girado hacia el “fashion”. Eso lo sacaba de quicio.

-¿Cómo pudiste sobreponerte a su muerte?
Yo no sé cómo haces para salir de algo así. Creo que no salís nunca. Hay algo de mí que entendió algo que no lo puedo explicar en este momento. Cuando lo recuerdo no lo puedo creer. Imaginate que la persona que más amás en tu vida se muere al lado tuyo. Es muy triste, la verdad, pero están sus canciones y tengo la felicidad de haberlo conocido en su nido más íntimo. 

-¿Qué música escuchabas en esa época?
Habían aparecido los primeros cd’s, y un amigo se había traído el cd del Álbum Blanco de los Beatles y Let’s Dance de David Bowie. También escuchábamos mucho After Chabón y hacíamos la crítica de los temas que nos gustaban y de los que no.

-¿Qué es lo que te apasiona de ser DJ de tango?
Me gusta descubrir el tango cada noche. El tango es una música increíble, porque ahí uno encuentra todo, hay músicos espectaculares y tiene miles de facetas que redescubro todo el tiempo.

-¿Cómo ves al tango hoy en día?

Esta buenísimo que gente de todas las edades se acerque al tango sin prejuicios. Me parece que si las personas nos abrazáramos más, habría menos guerras. Sin embargo, si uno se acerca al mundo del tango porque quiere ponerse zapatos altos, se pierde la mejor parte, que es la del sentimiento. Lo importante es que el tango le aporte positividad a nuestras vidas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sonrisas Compartidas

¿No sería mejor que nuestros doctores utilizaran un estetosflorio a un estetoscopio, un buenetín a un maletín y una jeringaraca a una vacuna común y corriente? Estos son algunos de los elementos utilizados por los payamédicos del Hospital Ramos Mejía para curar con risas a sus pacientes. Sólo que para ellos no son únicamente pacientes sino “producientes”, ya que todas las técnicas que usan son en base a lo que proponen los participantes en cada situación en particular. 


Uno a uno comienzan a aparecer: primero, asustando quien aquí les escribe desde detrás de las puertas de la sala de pediatría, el Doctor Plácido Aminoácido. Luego, cantando y bailando, hacen su entrada las Doctoras Nina Danzarina, Clementina Espirulina, Diana Ruleriana, Coralina Fluorina, Felicitas Clorofila, Justo Justina, Fernanda Demanda Espontánea, Monique Meñique, Fucsina y por último, Muela Lentejuela. Ya terminan su día de voluntariado en el hospital y se reúnen para poner en común todo lo que les sucedió en aquella jornada. Mientras tanto, cinco chicos de entre seis y ocho años corren a los payamédicos por todo el jardín del Ramos Mejía.

Por un lado paredes grises y verdosas, despintadas y agrietadas por el paso de la humedad; pasillos silenciosos; personas tristes que descargan su mirada cansina en algún rincón alejado de la realidad que los agobia y entristece; batas blancas apuradas que pasean por las diferentes alas del hospital, sorteando a todo aquel que no sea su paciente inmediato. Por el otro, risas, gritos y asombro; historias y fantasías que hacen soñar a todo aquel que se lo proponga; colores, brillos, pinturas y pelucas, que nos recuerdan que los payasos también están ahí, y no sólo en los circos rodeados de leones y de equilibristas.

“El reír y estar de buen ánimo hace subir las defensas, generar endorfinas y que el produciente se sienta mejor”, cuenta Mariela Felice, estudiante de Psicología de 27 años. En su voluntariado, encarna a la Doctora Coralina Fluorina, una carismática y expresiva payamédica.

Es común que pensemos que los principales beneficiarios de ésta actividad deseante sean los producientes, pero los voluntarios que todos los viernes están alegrando los rincones del Ramos Mejía reciben tanto como todo lo que dan. “Coralina me protege de ciertas cosas que no toleraría. Es mi rinconcito. Yo se que a pesar de haber tenido una semana pésima, desde el momento en el que devengo en payamédica todo lo malo desaparece”, explica Mariela. Agrega que, al término de su jornada, todo es energías positivas que se generan por el momento único e irrepetible que comparten con cada uno de sus producientes.

Su trabajo se compone de cuatro tiempos diferentes. El primero es llamado pase clínico y consiste en pedir al médico información sobre el estado físico y emocional del paciente. También aquí es cuando los voluntarios se cambian, entran en clima con el personaje y devienen en payamédicos.

El segundo tiempo se trata de la intervención, momento en el que los payamédicos se ponen en acción y se encuentran con sus producientes. Cada una de ellas dura aproximadamente cuarenta minutos.

Luego, se realiza el balance de la jornada, en el que cada uno comparte las experiencias que vivió durante el día de voluntariado.
Por último, el cuarto tiempo, que consta de sesiones individuales con un payágrafo, una especie de psicólogo con el que se habla de las intervenciones y de los momentos difíciles por los que atraviesan los payamédicos en ellas.

“Es un espacio muy terapéutico para mi, ya que todo lo que creamos es con el produciente, no algo preestablecido, entonces nos ayuda a los dos”, cuenta Juan Ignacio Larrosa, maestro y único payamédico varón del grupo. Después, agrega: “Además, me voy dando cuenta de que muchas veces, en otros ámbitos, me sale el paya de adentro, y veo que es algo que de a poco está siendo transversal en distintas facetas de mi vida”.

El voluntariado no se rige por los resultados típicos de sanar o enfermar. Es más, son palabras que no forman parte del lenguaje de los payamédicos. Para ellos, el momento que vale es el que transcurre en cada intervención, que siempre los encuentra en su máximo momento de creatividad y alegría compartida con todo aquel que quiera formar parte de aquel mundo fantástico que imaginan.

“En nuestro caso somos un otro totalmente desinteresado que se acerca para compartir un rato de su vida, apelando a la predisposición e imaginación del que está hospitalizado”, concluye Juan Ignacio. Mientras tanto, se termina de poner su peluca color flúor y su nariz roja. Las voces de los chicos de la sala de pediatría del Ramos Mejía se escuchan ansiosas desde detrás de las puertas corredizas. Es un hecho: los payamédicos ya llegaron.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El Sucesor

Octubre de 2015. El mes y el año esperados por muchos. Parece como si fuera el 31 de diciembre de 1999, para ver si en el primer día del cambio de milenio fuera a explotar el mundo.

Las elecciones presidenciales son el horizonte y el fin de ciclo para muchos. Luego de los resultados de las PASO, muchos medios y dirigentes políticos se apresuraron a vaticinar el final del kirchnerismo, que tendría su golpe de gracia en las próximas elecciones presidenciales.

Ya sin el miedo latente de la re-reelección, los partidos opositores tienen que salir a la cancha a ganarse los votos del electorado. Gran problema: Nos encontramos con que carecen de objetivos concretos para poder solucionar aquellos aspectos que más han criticado sobre el gobierno nacional.


Como figura fuerte de la oposición aparece Massa. El intendente de Tigre cuenta con un amplio apoyo del grupo Clarín y de los medios conservadores de la Argentina. El asunto es que pareciera que no tiene, ni nunca va a tener, el carisma que evidentemente necesita un político para perdurar en el cargo presidencial en éste país. Con ideas tan generales como la ley de gravedad, el candidato cuenta con un gran apoyo de aquellos sectores intransigentes que no se deciden ni por el cuadro oficialista ni por la oposición recalcitrante representada por De Narváez.

La UCR, el otro partido histórico argentino si dejamos de lado al PJ, no encuentra un líder que pueda dirigir a sus militantes tal como en algún momento lo hicieron Alem, Hipólito Yrigoyen o Raúl Alfonsín. En la sombra de éste último aparece Ricardo, siempre tapado por la figura de su padre y sin poder unificar a un partido que se encuentra agrietado y envejecido entre las figuras de Gil Lavedra y Terragno - ambos representantes del conglomerado UNEN en las pasadas elecciones -.

Por lo tanto, la solución aparente a éste conflicto de representación se vislumbra dentro del cuadro kirchnerista. Ahí es donde el oficialismo debe buscar al sucesor que pueda rescatar aunque sea un poco del personalismo y el carisma político que tiene Cristina Fernández. La figura presidencial en nuestro país siempre fue muy fuerte en comparación con los otros dos poderes que deberían supervisarlo y regularlo.


El dilema surge, entonces, a la hora de elegir al encargado de poder llevar adelante la empresa de continuar con el proyecto de país que hasta el momento se vino buscando. La carta más fuerte es, evidentemente, Daniel Scioli. El gobernador de la provincia de Buenos Aires cuenta con una imagen muy positiva por fuera del oficialismo, ya que se lo ve como alguien más moderad, que puede llegar a tener la suficiente espalda como para poder transitar su propio camino en la política. El temor al desplazamiento aparece aquí, y también involucra a todos aquellas agrupaciones juveniles tales como La Cámpora que fueron apropiándose de sectores cada vez más importantes dentro del órgano público.

Aquí es donde la presidenta deberá tomar una decisión. Encontrar y fogonear a una figura dentro de su propio círculo de confianza o decir "muchachos hasta acá llegaron mis responsabilidades, ahora les toca a ustedes". El segundo caso, esperado por la gran mayoría de la oposición, dejaría un claro empate hegemónico con un país sin una fuerza mayoritaria reclamando y sosteniendo para sí el primer lugar político; espacio que hoy en día ningún grupo de la oposición que espera el final del kirchnerismo puede, ni quiere, con total seguridad, reclamar para sí.

viernes, 9 de agosto de 2013

El mejor amigo del hombre


¿Qué harías si, después de un intento fallido de suicidio, te dieras cuenta de que el “perro” de tu vecina es en realidad un hombre disfrazado?

Wilfred es una comedia de televisión yankee adaptada de la serie australiana llamada por el mismo nombre. Los protagonistas son Elijah Wood (Mr. Frodo) y su fiel compañero Jason Gann  - protagonista, autor y productor de la sitcom -.

Ryan (Wood), es un treintañero que, sumido en la depresión, decide tragarse todas las pastillas que le da su hermana y poner fin a su miserable vida llena de traumas sin resolver. Las píldoras eran sólo placebos. Nuestro protagonista debe seguir vivo, a pesar de sus pocas ganas de permanecer en este mundo. Es allí cuando conoce a su vecina Jenna (una despampanante rubia) que le pide si puede cuidar a su perro porque tiene que irse a laburar.

¿Perro? Ahí es cuando empieza lo espectacular de la serie. Perro llamamos a un australiano barbudo, de aproximadamente 1.80 metros, vicioso hasta el último pelo de su disfraz de can de aventuras desenfrenadas. Tranquilo Ryan, no estás muerto, o al menos eso creemos… ¿Pero por qué es el único que lo ve de esta manera? Esta será la pregunta que nos acompañará durante todas las temporadas.

Wilfred se transforma en el mejor amigo de nuestro tímido y querible protagonista. Su soledad se disipa y pasan todo el día fumando marihuana, tomando birra y comiendo comida chatarra. ¿Quién no querría poder charlar con su mascota y saber cómo es que en verdad piensan los perros? Ahí es donde se ve la inteligencia e innovación de Jason Gann que nos muestra la vida de un “humano” con razonamientos e instinto de animal.

Creo que la serie es pionera en su género y no se permite discutir su originalidad. Lejos de ser una sitcom superficial, cada uno de sus capítulos está titulado con el nombre de algún sentimiento que acompaña nuestra vida diaria y explora aquellos traumas y miedos más profundos de un personaje que intenta desesperadamente salir a flote buscando su bienestar por los caminos más inesperados.